Chionis minor

Chionis minor Hartlaub, 1841

15-Septiembre-2021.
Cautividad. Europa, Austria, Viena, Innere Stadt, Museo de Historia Natural de Viena.
Coordenadas: 48°12′18″N, 16°21′34″E.
Leg: Isidro Martínez. Det: Naturhistorisches Museum Wien.


Dominio: Eukaryota.
Reino: Animalia.
Filum: Chordata.
Clase: Aves.
Orden: Charadriiformes.
Suborden: Chionidi.
Familia: Chionididae.
Género: Chionis.
Especie: Chionis minor.

La paloma antártica de cara negra es un pájaro de entre treinta y ocho y cuarenta y un centímetros de envergadura alar y de setenta y cuatro a setenta y nueve centímetros de envergadura alar, con un peso de cuatrocientos sesenta a setecientos treinta gramos. Es por tanto, más pequeña que la única otra especie del género, Chionis alba, y los machos son levemente mayores que las hembras. Su cuerpo es rechoncho, con cola muy corta, alas cortas y anchas, cuello corto y pico afilado, aplanado lateralmente. Su plumaje es completamente blanco. En la muñeca de las alas posee un pequeño espolón negro. El pico es de color negro, y en su base posee una vaina córnea del mismo color, a veces levantada hacia arriba, entre la vaina y el ojo posee plumas filiformes negras, y el propio ojo está rodeado de un fino anillo ocular rosa. En esto se diferencia muy bien de la otra especie del género, Chionis alba, que tiene el pico de color córneo y la piel de la cara rosada. Sus patas son desde rosadas pálidas hasta púrpuras oscuras según su subespecie, con dedos largos y fuertes uñas negras, y carecen de membranas interdigitales.

Su área de distribución es más restringida que la de Chionis alba, limitándose a las islas subantárticas del Príncipe Eduardo, las Crozet, las Kerguelen y la isla Heard, dividiéndose en cuatro subespecies. Su modo de vida es idéntico al de la especie más conocida Chionis alba. Habita en roquedos litorales y en la franja intermareal, siempre en zonas no cubiertas por el hielo, especialmente allá donde haya colonias de focas (sobre todo elefantes marinos), pingüinos o cormoranes. Este carroñero oportunista depende de las focas y pingüinos para vivir, alimentándose de placentas, huevos descartados, crías muertas y carcasas de adultos. Su labor es imprescindible para mantener la salubridad en las colonias de estos animales marinos. Las poblaciones más exitosas son las que viven en colonias de pingüinos rey (Aptenodytes patagonicus), ya que a diferencia de los demás pingüinos, los cormoranes y las focas, éstos forman colonias permanentes todo el año, evitando a la paloma antártica pasar una época de escasez. Tampoco son raros alrededor de los asentamientos humanos, donde se alimentan de desperdicios. No hace ascos a atacar y devorar a ejemplares juveniles de su propia especie. Si no tiene restos o cadáveres de animales grandes consume crustáceos, moluscos, insectos, cefalópodos, roedores e incluso excrementos y algas. Puede también comportarse como un cleptoparásito, haciéndose hueco para conseguir la comida que los padres de aves marinas regurgitan para sus polluelos, o para beber de la leche de elefantes marinos. Camina más que vuela, y mueve la cabeza verticalmente al caminar, como una paloma. No suele volar a más de treinta metros del suelo o la superficie del mar. Construye su nido debajo de las rocas, en grietas, cuevas, pedregales o dentro de viejas madrigueras de petreles abandonadas. En verano (diciembre o enero) la hembra pone de uno a cuatro huevos blancos o levemente tostados, salpicados de motas marrones, que miden unos cinco o seis centímetros de longitud y tres o cuatro de anchura. Ambos sexos se turnan para incubar, durante aproximadamente un mes. Durante sus primeras dos semanas de vida son muy dependientes y atendidos constantemente por ambos padres. Al cabo de dos meses terminan de emplumarse y pueden salir del nido. Desde entonces acompañan a sus padres en un periodo de aprendizaje hasta el mes de abril, en el que se independizan. Puede vivir hasta catorce años.