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Heteralocha acutirostris

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Mensaje por Isidro Vie Jul 13, 2018 1:38 am

Heteralocha acutirostris (Gould, 1837)

11-Agosto-2009.
Cautividad. Europa, Francia, Poitu-Charentes, Charentes-Maritimes, Musée d'Histoire Naturelle du La Rochelle.
Leg: Isidro Martínez. Det: Isidro Martínez.


Dominio: Eukaryota.
Reino: Animalia.
Filum: Chordata.
Clase: Aves.
Orden: Passeriformes.
Suborden: Oscines.
Superfamilia: Corvoidea.
Familia: Callaeidae.
Género: Heteralocha.
Especie: Heteralocha acutirostris.

El huia es una especie recientemente extinta de fascinante ave, perteneciente a una familia escasa, con solo tres géneros monotípicos de los cuales quedan dos vivos pero ambos en peligro de extinción. Con hasta cuarenta y ocho centímetros de longitud, el huia era la especie más grande de esta reducida familia. Lo más destacable en el huia era su pico, el único caso conocido de un marcado dimorfismo sexual en la forma del pico entre las aves. El pico, de color marfileño con la base azulada, era muy poco curvado, casi recto, y afilado como un cincel en el macho, midiendo unos seis centímetros de longitud, y largo y fuertemente curvado como una hoz en la hembra, midiendo unos diez centímetros de longitud. Estas diferencias en el pico hicieron que originalmente, el autor de la especie, John Gould, describiera a los dos sexos como especies distintas. El plumaje era negro con reflejos metalizados verdosos, salvo los dos o tres centímetros apicales de las doce plumas que conformaban la cola, de un contrastado color blanco. La cola medía entre veinte y veintidós centímetros de longitud. Como las demás especies de la familia Callaeidae, el huia poseía unas llamativas carúnculas carnosas en las mejillas, cerca de la base del pico. En esta especie las carúnculas eran de un vistoso color naranja, destacando contra su cabeza negra. Los ojos eran castaños y las patas, largas y finas, eran de color gris azulado con las uñas marrones. Ambos sexos, aunque diferían en la forma del pico, poseían un plumaje y coloración idénticos. Los juveniles, en cambio, poseían un plumaje más apagado y salpicado de pardo, la punta de la cola de color herrumbroso y las carúnculas pálidas.

El huia era endémico de la Isla Norte de Nueva Zelanda, y antiguamente ocupaba toda la superficie de la isla, pero con la llegada de los maoríes a Nueva Zelanda el ave redujo su distribución a la franja costera sudoriental, y su último reducto se hallaba en el extremo sur de la isla. Habitaba en regiones boscosas, desde la costa hasta las altas montañas, principalmente en las selvas húmedas de podocarpáceas con densos sotobosques. Necesitaba de hábitats escasamente perturbados y nunca aparecía en terrenos incendiados o utilizados para la agricultura. Se alimentaba de insectos y arañas y en menor grado de algunos frutos, si bien su presa principal era la larva del escarabajo longicorne Prionoplus reticularis. Los picos de diferente forma entre los dos sexos permitían a esta especie explotar nichos ecológicos distintos. El macho, con su pico corto y más recto, perforaba los troncos podridos como un picamaderos para intentar extraer las larvas de su interior, mientras que la hembra con su largo pico curvado sondeaba bajo las cortezas y en la madera podrida blanda alcanzando recovecos que requerían de más habilidad y menos fuerza para hallar las larvas. El modo de consumir a sus presas se asemejaba al de un abejaruco: la despojaba a golpes de las partes demasiado duras, y una vez en su posadero adecuado, la lanzaba hacia arriba y la tragaba. Se alimentaba y vivía en solitario o en pequeños grupos familiares de hasta cinco ejemplares. La sonora llamada de alarma de esta ave, que sonaba como "uia, uia, uia", le ha dado su nombre común. Era monógama y se emparejaba de por vida. El cortejo probablemente incluía la ofrenda de alimentos por parte del macho a la hembra. Sus relaciones afectivas eran muy intensas, como en los Agapornis, de modo que si un miembro de la pareja moría el otro miembro a menudo moría de angustia y pena pocos días después. Laépoca de cría tenía lugar a finales de primavera, en octubre y noviembre. El nido era grande (de hasta treinta y cinco centímetros de diámetro y siete de profundidad, con forma de copa, y estaba hecho de hierbas, tallos y hojas secas y forrado de hierbas finas y ramillas blandas. El emplazamiento del nido era algo azaroso, pudiendo situarse en el agujero de un tronco, en una horquilla de árbol, en paredes cubiertas de lianas o en el suelo. La hembra ponía entre uno y cinco huevos grisáceos moteados de pardo y violeta, que medían cuatro centímetros y medio de longitud y tres de diámetro. Ella realizaba la mayor parte de la incubación, aunque el macho colaboraba algunas veces. Se desconoce el tiempo de incubación, pero se sabe que los polluelos eran cuidados y alimentados durante unos tres meses por ambos padres, pasado este tiempo tenían ya la apariencia de los adultos.

El huia, muy sensible a la alteración de su hábitat, ya tenía sus poblaciones muy reducidas desde la llegada de los maoríes. Los primeros europeos en llegar a Nueva Zelanda aceleraron este proceso. La caza de estas aves estaba bien regulada por los protocolos tradicionales maoríes, y fueron los europeos los que redujeron drásticamente su población, principalmente a causa de la deforestación masiva y veloz de la Isla Norte. Además de la caza y la destrucción del hábitat, el huia tuvo que hacer frente a enfermedades y parásitos exóticos traídos por aves importadas, y a la depredación por parte de gatos, ratas y comadrejas introducidos en Nueva Zelanda por parte de las Sociedades de Aclimatación. Los huias no tenían miedo de los humanos y las hembras incubando se dejaban coger en los nidos con la mano sin salir volando, lo que desde luego facilitó su extinción. La punta del iceberg llegó cuando en 1901, el duque y la duquesa de York visitaron Nueva Zelanda, donde fueron guiados por gente nativa que llevaba plumas de huia como decoración en el pelo. Como obsequio y señal de respeto, la guía ofreció al duque una de estas plumas, que llevó en su sombrero. Al convertirse el duque en el rey Jorge V, la sociedad inglesa de la época quiso imitar la moda del rey y mucha gente de la alta sociedad quiso llevar plumas de huia en sus sombreros. Se cazaron entonces sin cesar por las plumas de su cola y por sus picos, que se recubrían de oro y se usaban de decoración. Tan sólo seis años después, el 28 de diciembre de 1907, se produjo el último avistamiento confirmado de la especie, tres ejemplares en el bosque de los montes Tararua. Probablemente el ave se extinguió pocos años después. Avistamientos no confirmados se produjeron en 1912, 1913 y 1922, 1951, 1961 y 1963. Con esta especie también se extinguió un piojo que sólo podía vivir en esta ave, Rallicola extinctus. La pluma más cara jamás vendida ha sido una pluma de la cola de esta especie, vendida en una subasta en 2010 por 8000 dólares neozelandeses.

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Mensaje por Carlos Galan Vie Jul 13, 2018 3:23 am

Pues tienes un buen puñado de imágenes de especies extintas que no sean de fósiles.
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